Las fracturas proximales de húmero son comunes, y aproximadamente el 80% de ellas se manejan bien sin cirugía. El 20% restante representa un desafío terapéutico ya que requiere estabilización quirúrgica para asegurar una correcta curación y optimización de la función. Las prioridades en la cirugía de estabilización de una fractura proximal de húmero son: (1) restaurar las relaciones anatómicas entre las tuberosidades y el fragmento de la cabeza articular y (2) mantener la vascularización del fragmento articular. La reducción abierta y la fijación interna pueden permitir la fijación rígida de la fractura, pero la disección de los tejidos blandos puede poner en riesgo la vascularización residual del segmento articular. La reducción cerrada seguida de fijación percutánea reduce el riesgo de disección de tejidos blandos y puede reducir la fractura de manera indirecta, logrando una fijación provisoria que permita la curación de manera anatómica. Esta técnica requiere que se preste meticulosa atención a los detalles y trabajo en equipo entre el cirujano, los asistentes quirúrgicos, el personal de enfermería y el personal de anestesia.