Durante 17 años, Parker Smith fue un muchacho corriente, vibrante y saludable. Oriundo de Idaho, amaba los deportes, divertirse con su familia y amigos, andar en bicicleta, barrenar olas y practicar esquí acuático en el verano, y practicar snowboard en invierno. Sentía gran pasión por la vida. Su vida se encontraba en armónico equilibrio, siempre y cuando él se encontrara en movimiento.
Pero ese balance pronto se vería perturbado. En el lapso de un año, Parker se encontró abrumado por preocupaciones sobre pequeñas cosas que no le merecen un segundo de atención a la mayoría de los adolescentes – como alcanzar un vaso que se encontrara por encima de su cabeza, como lavarse el cabello y saludar a un amigo. Todas estas actividades corrientes le provocaban dolor, estrés y frustración. Sin haber alcanzado los veinte años de edad, este joven se vio obligado a tomarse un semestre libre en su segundo año de la universidad del Estado de Boise para terminar de una vez por todas con la pesadilla que se ha apoderado de su vida.
De Normal a Anormal
Parker se encontraba en la secundaria cuando se postuló para el equipo de futbol y obtuvo una posición como esquinero. En el comienzo de la temporada sufrió una lesión al impactar con un miembro del equipo rival que causó que su clavícula se saliera de su posición habitual. En ese momento fue capaz de recolocase la clavícula y seguir jugando. Pero durante los días y semanas siguientes levantar su brazo por encima de la cabeza y realizar tareas simples como ponerse una camisa comenzaron a volverse difíciles.
Aun dolorido y experimentando los síntomas consecuencia de su lesión inicial, Parker continuó jugando, pero la región se su clavícula resultó demasiado dolorosa y jugar se volvió demasiado estresante. Con cada golpe que recibía en la cancha su clavícula se dislocaba parcialmente (subluxaba). Esta subluxación, que comenzó en el lado derecho, rápidamente comenzó a extenderse al extremo medial de su clavícula izquierda. El personal del campo de juego muchas veces no lograba colocar la clavícula dislocada en su posición correcta, lo que terminó en múltiples visitas a las clínicas de medicina del deporte locales, a quiroprácticos y salas de emergencia.
Parker no pudo continuar jugando al futbol y durante los años siguientes, la lesión que lo sacó del campo de juego continuó complicándole la vida y generando múltiples inconvenientes. A intervalos de meses, semanas y a veces días sus clavículas continuaban dislocándose. Ingresó a la Universidad en el Estado de Boise e intentó manejar la situación de la mejor manera posible. La vida se encargó de recordarle lo que le podía pasar en cualquier momento, y mientras otros chicos vivían la vida universitaria alegremente y sin preocupaciones, Parker pasaba incontables horas lidiando con el tratamiento del dolor.
“No puedo arreglarlo”
Docenas de médicos – incluyendo especialistas en ortopedia, cirujanos cardiotorácicos y quiroprácticos – examinaron a Parker, y todos estuvieron de acuerdo en que sufría de inestabilidad articular congénita, lo que causaba la dislocación de la clavícula y hombro. Esta afección podría no haberse diagnosticado nunca si no hubiese sido por el golpe inicial en el campo de futbol. Su lesión específica, la subluxación bilateral medial anterior crónica de la articulación esternoclavicular, es poco frecuente y difícil de reparar.
“Me pasé meses visitando médicos, haciéndome radiografías y resonancias magnéticas, incluso ecografías por ultrasonido. La mayoría de los médicos que me vieron identificaron mi afección, pero ninguno estaba dispuesto a tocarme. Ninguno sabía realmente como solucionar mi problema. Cada visita terminaba en una enorme desilusión. A medida que pasaba el tiempo, las noticias se hacían mas difíciles de tolerar y mi afección únicamente empeoraba y se tornaba mas dolorosa,” dijo Parker. “La estrategia inicial fue tener esperanzas de que el dolor mejoraría por su cuenta cuando el platillo de crecimiento en la mitad de mi pecho se cerrara, pero por desgracia, eso no pasó.”
La madre de Parker, Amy, está de acuerdo, “Fue realmente difícil ver a Parker día tras día enfocado en manejar el dolor. Sus clavículas se dislocaban cerca de quince veces por día de cada lado, por tres años. Lo estaba afectando de muchas maneras. No podía ser el estudiante universitario de espíritu libre que todos los adultos jóvenes merecen ser. Era difícil no perder la esperanza de que algún día pudiera volver a ser normal.”
La gota que derramó el vaso tuvo lugar en octubre del 2010. Parker se encontraba acondicionando el bote de la familia cuando la torre de metal de la tabla de wakeboard se soltó inesperadamente y lo golpeó en el hombro derecho. Su clavícula se dislocó violentamente y en esta oportunidad ni siquiera una prolongada visita a la sala de emergencias logró recolocar su clavícula en la posición habitual.
Finalmente Amy se dirigió a la Clínica Steadman en Vail, CO, y al Dr. Millett en particular. “No me había contactado con el Dr. Millett con anterioridad porque había asumido que solo trabajaba con atletas profesionales. Pero realmente me encontraba desesperada y decidí escuchar lo que él tenía para decirme. Me sentí extática cuando el Dr. Millett respondió mi correo electrónico en menos de una hora – ¡luego de tres años de ser rechazada por otros médicos!”
“Miré en detalle el sitio web del Dr. Millett y descubrí que tenía experiencia en dislocaciones de hombro y de clavícula, y lo que es más importante, en subluxación crónica de la articulación esternoclavicular” dijo Parker. “Me sentí impresionado y ansioso por hablar con él. Mi madre y yo hablamos con el por teléfono y le explicamos lo que me estaba pasando. Él se mostró confiado en que podía ayudarme. Algunas semanas mas tarde, a comienzos de diciembre del 2010 nos encontrábamos en camino a Vail. Estábamos bastante seguros de que no regresaríamos a Idaho sin que yo tuviera puntos de sutura en el pecho.”
Respuesta a las Plegarias
Cuando Parker y su madre llegaron a Vail se encontraron con el Dr. Millett. “Sentí como que ya lo conociera luego de comunicarme con el por correo electrónico y por teléfono,” dice Parker. “Pero cuando estuvo frente a mi examinando mi afección con calma, el asunto estuvo definido. Era confiado, capaz y sabía lo que hacer.”
Si bien el Dr. Millett admitió que la subluxación de la articulación esternoclavicular que sufría Parker era una condición muy poco frecuente, había operado otros pacientes con afecciones similares y se encontraba listo para realizar la cirugía. Al día siguiente se encontraban en el quirófano. El Dr. Millett realizó una reconstrucción de la articulación esternoclavicular del hombro derecho mediante el uso de un injerto autólogo. Para asegurar la articulación de la clavícula utilizo tendones provenientes de los músculos isquiotibiales de la pierna de Parker y los colocó sobre la articulación SC para reconstruirla y atraparla en su posición correcta. Parker pasó una noche en observación en el hospital y dos semanas en Vail para que el Dr. Millett y su equipo pudieran controlar el sitio quirúrgico.
Finalmente, a fines de diciembre y justo a tiempo para las fiestas, Parker regresó a Idaho. Su siguiente objetivo era adherirse estrictamente al protocolo de rehabilitación que el Dr. Millett le había indicado y comenzó a visitar a un terapeuta físico de manera diaria. A mediados de enero Parker experimentaba una mejoría notoria. Era capaz de levantar su brazo por encima de la cabeza sin experimentar dislocación y con mínimo dolor.
Si bien se había logrado una inmensa mejoría en la clavícula derecha de Parker, la izquierda continuaba generando dolor e inestabilidad constantes. Luego de consultar al Dr. Millett, estuvieron de acuerdo en que el lado izquierdo era el próximo candidato a la misma cirugía. Parker decidió tomarse un semestre libre de la universidad y se encuentra programado para cirugía en Marzo del 2011. Volverá a inscribirse en la universidad en otoño con ambas clavículas reparadas – y con una nueva perspectiva de vida.
Según Amy, “EL Dr. Millett realmente fue la respuesta a nuestras plegarias. Fue un alivio enorme. Parker estaba viviendo una vida que nadie, y especialmente no un veinteañero, debería tener que soportar. La experiencia que vivimos en la Clínica Steadman fue transformadora para toda nuestra familia. De hecho no pude contener las lágrimas cuando el Dr. Millett nos dijo que podía arreglar el problema. Vuelvo a encontrarme llena de esperanzas.”